Entre las tareas más urgentes, debemos reconducir nuestras políticas agrarias para restaurar los canales de comercialización de proximidad y venta directa, asegurar precios justos para las productoras y las consumidoras, facilitar el acceso a los medios de producción, poner freno al acaparamiento de tierras y la especulación con los alimentos, cancelar los tratados de libre comercio, e impedir la apropiación de semillas y conocimientos.
Ahora es el momento, mañana será tarde. Nuestro sistema alimentario es una pieza básica y central para la supervivencia de toda la humanidad. Protejamos por todos los medios la salud de las campesinas que nos alimentan, apoyemos el cuidado de la biodiversidad y de los agroecosistemas, y apostemos definitivamente por el desarrollo de la agroecología y la Soberanía Alimentaria.
Como lectura complementaria, quisiéramos destacar las palabras pronunciadas por el jefe de economía de la FAO Máximo Torero Cullen, cuando recientemente respondía a la pregunta:
¿Qué tiene que decir sobre los pequeños productores?
“Una paradoja del hambre mundial es que, a pesar de su actividad, los pequeños agricultores en las zonas rurales de los países en desarrollo corren un riesgo desproporcionado de inseguridad alimentaria, y los bajos ingresos son una razón importante para ello. Sería trágico si ese problema se exacerbara y se redujera su capacidad para producir alimentos, en un momento en que intentamos asegurarnos de que el suministro de alimentos siga siendo adecuado para todos. Por lo tanto, los responsables políticos deben prestarles atención. Lo que sabemos, y lo vimos durante los bloqueos en África occidental durante la crisis del ébola, es que la restricción de movimientos y el cierre de carreteras limitan el acceso de los agricultores a los mercados para comprar insumos y vender productos. También reducen la disponibilidad de mano de obra en las temporadas altas.
El resultado es que los productos frescos pueden acumularse sin venderse, lo que lleva a la pérdida de alimentos, mientras que los que los cultivan pierden ingresos. Este es un tema doblemente relevante para África, donde el suministro de alimentos del continente ya está amenazado por las plagas de la langosta del desierto. Otro punto aquí es que lo que hemos visto hasta ahora es una serie de compras excepcionales de alimentos no perecederos. En Italia, la demanda de harina se ha disparado en un 80 por ciento. Los productos enlatados están de moda. Sin embargo, debido a la psicología y las restricciones de movimiento, ha resultado más difícil vender productos frescos y pescado, los cuales son más difíciles de almacenar para el consumo futuro. Entonces, ¿lo que hay que hacer?, las entregas temporales de efectivo para los agricultores pobres son esenciales, así como las subvenciones para reiniciar la producción. Los bancos pueden eximir las tarifas de los préstamos de los agricultores y extender los plazos de pago; se puede inyectar capital en el sector agrícola para ayudar a las pequeñas y medianas empresas agrícolas, y su fuerza laboral, a mantenerse a flote.
Durante la emergencia, los gobiernos pueden comprar productos agrícolas de pequeños agricultores para establecer reservas estratégicas de emergencia con fines humanitarios. El cierre de China alrededor de la ciudad de Wuhan ofrece algunas lecciones. La Canasta de Verduras, concebida en 1988, fue revivida, permitiendo el acceso a productos frescos y nutritivos a los residentes urbanos y beneficiando a las granjas periurbanas en los alrededores. En algunas provincias, los gobiernos locales respondieron a los cuellos de botella en los mataderos centralizando la actividad y pagando los costos de refrigeración para mantener las actividades ganaderas en funcionamiento y recurriendo a ellas para obtener el objetivo final de asegurarse de que haya alimentos disponibles para aquellos que no pueden abandonar sus hogares".